CONTINUACCIÓN DE LA SECCIÓN CXIII
Esaú avisto a su hermano y se dejo llevar por los sentimientos naturales de afecto fraternal. No olvidemos que Dios le hizo una visita a Esaú, advirtiéndole que no le hiciese daño a su hermano. Ya que estaba protegido por Dios.
Esaú había sido vencido por la humildad de su hermano Jacob. Comprendió que no tenia nada que temer de su hermano Jacob.
La experiencia de Jacob debería ser un aviso para el pueblo de Dios, que guarda sus mandamientos y tiene la fe de Jesucristo.
Tal será la experiencia del pueblo de Dios en su lucha final con los poderes del mal. Dios probará la fe de sus seguidores, su constancia, y su confianza en el poder de él para librarlos. (Jer.30:5-7).
Cuando Cristo acabe su obra en el lugar Santísimo en favor del hombre, entonces empezará ese tiempo de aflicción. Entonces la suerte de cada alma habrá sido decidida, y ya no habrá sangre expiatoria para limpiarnos del pecado.
Cuando Cristo deje su posición de intercesor ante Dios, se anunciará solemnemente: “El que es injusto, sea injusto todavía: y el que es sucio, ensúciese todavía: y el que es justo, sea todavía justificado: y el santo sea santificado todavía.”
Tal sera la experiencia del pueblo de Dios en su lucha final con los poderes del mal.
Dios probará la fe de sus seguidores, su constancia, y su confianza en el poder de él para librarlos.
¿Qué sucederá con aquellos que no se han arrepentido sinceramente de sus pecados y de su idolatría?
¿Podrán tener la paz en sus corazones cuando llegue la prueba? Antes de la prueba todo corazón deberá estar limpio de pecado, ya que no habrá intercesor.
No podemos hacer por nosotros mismos lo que Cristo hace, es danos el perdon. En toda nuestra desamparada iniquidad, debemos confiar en los méritos del Salvador crucificado y resucitado. Nadie perecerá jamás mientras haga esto.
El Señor enseño a su siervo que sólo el poder y la gracia de Dios podría darle las bendiciones que anhelaba. Así ocurrirá con los que vivan en los últimos días de la historia de la humanidad.
Cuando los peligros los rodeen, y la desesperación se apodere de su alma, deben de depender únicamente de los méritos de la expiación de Cristo.
Las mayores victoria de la iglesia de Cristo o del cristianismo no son las que ganan mediante el talento o la educación, la riquezas o el favor de los hombres.
Son las victorias que se alcanzan en la cámara de la audiencia de Dios, cuando la fe fervorosa y agonizante se ase del poderoso brazo de la omnipotencia mediante la oración, Jacob comprendió esto perfectamente. Dependió de la gracia de Cristo.
Maranata
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