miércoles, 11 de octubre de 2017

SECCIÓN CXI (111) ABRAHAM Y LAS DOS NACIONES


CONTINUACCIÓN DE LA SECIÓN CX (110)
Jacob cojeaba de una pierna, al igual que Pablo, siglos más tarde llevo “una espina” en la carne (2 Cor. 12:7). Nunca lo entenderemos cuando Dios permite que a rastremos una espina en nuestro corazón. 

Para que la sobreviva y el orgullo y la vanidad del hombre no se suba sobre su cabeza. Vemos a un hombre triunfante salir de la prueba, con una experiencia que nunca podrá borrar de su mente. 

Jacob a pesar de su problema disfrutó de la más ricas bendiciones de Dios.
Cada lucha deja su cicatrices en la batalla. Del mismo modo cada fiel creyente, al pasar por su propia experiencia de Peniel, pueda esperar con toda seguridad el recordativo de su lucha intensa contra sí mismo, contra sus tendencias heredadas y cultivadas. 

Tenemos el mejor ejemplo de la historia del hombre: Cristo llevara por la eternidad las señales de los clavos, ya que gano la contienda contra el mal. Pero las nuestras se desvanecerán y serán olvidadas (2 Cor. 4:17; Isa. 65:17).

 Al paso de nuestras terribles cicatrices que son las huellas la gran batalla contra el yo, las huellas de los clavos en las manos de Cristo provienen de un conflicto a nuestro favor contra los poderes de la oscuridad.

Los julios y los árabes todavía no se distingue cual es el tendón que no sede ve de comer. 
La traducción de la VVR se basa eb¡n la LXX, “se hizo débil”, “quedo entumecido” o “fue dislocado”.

Quizá debería traducirse “cadena” o con lo que le sería “el tendón de cadera”. Y así el termino cambiaría y se llamaría “El tendón de la cadera”. 

En pleno siglo XXI los judíos ortodoxos se astienen de comer esa parte de cualquier animal. (Tratado de Jolinm Mishna 7.). 

La experiencia de Jacob durante aquella noche de lucha y angustia representa la prueba que habrá de soportar el pueblo de Dios inmediatamente antes de la segunda venida de Cristo.  

El profeta Jeremías, contemplando en santa visión nuestros días, dijo: “Hemos oído voz de temblor: espanto, y no paz,. . . hanse tornado pálido todo los rostros. 

¡Ah, cuán grande es aquel día! Tanto que no hay otro semejante a él: tiempo de angustia para Jacob; mas de ella será librado.” (Jer. 30:5-7). 

El mundo vive dormido, bajo la flor de la dormidera.
Muchos pueblos del Oriente no creen en el Mesías llamado el Cristo. Clama a Dios y Matan en su nombre. Oran a Dios, pero violan la ley de Dios. 

Cuando Cristo acabe su obra mediadora en favor del hombre, (Que habla Daniel cap. 7, 8, 9:20-27, 10. 11.12.), empezará ese tiempo de aflicción. Entonces la suerte de cada alma habrá sido decidida, y ya no habrá sangre expiatoria para limpiarnos del pecado. 
Maranata
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